Siempre he procurado trabajar mis pensamientos antes de expresarlos en un mar de palabras y escribirlos ante la mirada del silencio. Son las 20: 30 de un martes cualquiera de la vida y solo quiero dejar fluir lo que de aquí nace, desde lo perdurable del alma. Así tantas cosas que quisiera expresar desde mis ojos y mis manos que el corazón se acelera junto a 5 cuerdas de perfecta armonía. Cada sonido refleja el vivir y el sentir de la vida acompañada quizás de paisajes que se incendian cada vez que llamo a mis recuerdos . Se queman y se alumbran para dejar pasar lo puro de la sangre, de la tierra inundada de alegrías y tristezas contenidas a lo largo del camino. Por la venas recorren pasajes borrosos de mi existencia y como un cometa pasan sigilosos ante la mirada de los sentimientos que llaman y buscan su presencia. Son estas horas y todas las horas de la vida las que se quedan amarradas a las sonrisas y penas cuando la noche llega para soñar con la luna.
A veces entre mis sueños camino por la calle acompañado del cielo y suelo encumbrar las voces que brotan de cada segundo detenidas de lo simple y de lo absurdo. A veces me siento a mirar las caras de las personas, de su caminar y de sus dudas. De su mirar fugaz pasan con la mirada callada ante la respiración de seres olvidados entre la gente, pasan y se quedan sentados esperando el gesto amable que les regale un poco de vida y amor, ese amor incondicional que alguna vez entregaron obteniendo como resultado la pena y la tristeza de la traición.
Llega la noche y abro los ojos, tan cargados de la impotencia que solo logro calmar con los ojos de la pureza de la tierra, miro tanto sufrimiento y tanta soledad que se esconde entre cada rincón de nuestras manos y de nuestro corazón que solo a esta hora, a las 20:59 de un martes cualquiera de la vida, quisiera que la vida regalara tan solo por un momento a aquellos seres de mi alma quizás tan solo un abrazo, quizás tan solo un corazón.
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